Decisiones y consecuencias

Déjame contarte una historia.

Hace tres meses conocí a alguien que necesitaba mi ayuda.  Mis amigos te podrán decir que a veces tengo complejo de mujer maravilla. Cuando me decido a ayudar a alguien no tengo límites. Eso casi siempre es un problema porque como ya te he dicho, la mayoría de los seres humanos no saben recibir.

Hice de todo por ayudar a esta persona. Pedí mil favores… le hablé a personas con quienes no solía hablar… moví cielo y tierra por ayudarle y lo logré. Le brindé un paquete completo de beneficios sin costo alguno para ella. No tendría que preocuparse por nada durante mucho tiempo.

El agradecimiento le duró pocas horas. Al día siguiente la encontré llorando desesperada. No le agradaba el arreglo. Implementé un plan B fabuloso que incluía más beneficios para ella y estuvo satisfecha por dos semanas.

Me contactó. Me dijo que no sabía lo que le sucedía, pero que no se sentía cómoda. No traté de convencerle, pues sé que cada persona debe tomar sus propias decisiones. Me dijo que le dijeron que estaba perdiendo su tiempo con mi arreglo. Que en otro lugar tendría más oportunidades. Le dije que estaba libre para hacer lo que quisiera. Decidió quedarse.

Pasaron unas semanas más. De repente un día desapareció. Dejó atrás varias versiones de una historia sin sentido. Me dijo que sólo se iría por una noche, pero esa noche duró 72 horas. Regresó sin explicación, recogió algunas cosas y se fue. Ni siquiera saludó.

Había encontrado lo que buscaba y en redes sociales daba a entender que estaba por lograr cosas grandes y que había dejado atrás todo lo que no le servía.

Pero a los pocos días todo se derrumbó. Recibí varios mensajes de desesperación. No le había salido bien el plan. Las personas que le habían prometido ayudarle en verdad no lo decían en serio. Después que se había desahogado hablándoles de todo lo malo del paquete de beneficios que había recibido, le dijeron que mejor se hubiese quedado con ese paquete de beneficios porque estaba completo.

Me contactó. Pidió otra oportunidad. Prometió portarse mejor. Pero no era la primera vez que despreciaba todo lo que se había hecho por ayudarle. Le dije que no le deseaba mal, pero que ya no estaba dispuesta a ayudarle porque habían varias lecciones de vida que aun le tocaban aprender.

Empezó a justificar su decisión. Buscó culpables. Trató de aclarar el asunto. Trató de decir que yo había malinterpretado sus palabras…Pero ya yo había tomado mi decisión. Hay miles de millones de personas en el mundo. No es tan difícil encontrar a quien ayudar. Cuando una persona no acepta lo que ofreces simplemente lleva tu oferta a otro lugar. Y cuando una persona te demuestra cómo es, créele la primera vez.

Trató de manipular con palabras. Escribió y escribió pero nunca se disculpó por la manera en que se había marchado, ni por la difamación, ni por ser malagradecida. Nunca tomó un bus para regresar a conversar en persona. Esperaba que yo, nuevamente, me subiera a mi carro y fuera a buscarla y le resolviera la vida.

Cada uno necesita sufrir las consecuencias de sus malas decisiones. Sólo así aprende las lecciones:

  1. Nunca muerdas la mano que te da de comer
  2. Aprecia todo lo que los demás hacen por ti porque nadie está obligado a ayudarte
  3. Cuida tu lengua

Hay siete mil millones de personas en el mundo…

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