Lengua desconectada

Una de las conductas que más me ha costado comprender es aquella en que la pareja se dice de todo– hasta de qué se van a morir, pero permanecen en la relación como si nada.

Hace unos años una joven me contó cómo su pareja la torturaba todos los días durante su embarazo diciéndole gorda, vaca, hipopótamo, que estaba hecha una m**erda… de todo. La chica se sorprendió mucho cuando unos meses después de dar a luz el tipo la dejó. (No, no vio las señales) En mi oficina lloraba desconsoladamente porque ella lo “amaba”. Todas las cosas horrorosas que le había dicho no significaban nada para ella.

Luego estuvo la pareja joven que llegó a terapia porque el hombre sufría de celos crónicos y se ponía histérico por cualquier conducta (real o imaginaria) que podría significar que su esposa estaba interesada en otro. De todas las cosas horribles que le decía a la mujer, la más ofensiva era llamarla p*rra. Recuerdo que ella lloró en mi oficina cuando admitió eso. Pero ella estaba dispuesta a seguir con él porque lo “amaba” y el hecho de haberla comparado con un animal promiscuo por naturaleza no le había hecho cambiar de opinión.

Más recientemente conversé con otra pareja joven en la que ambos se decían las cosas más espantosas que había escuchado en mi vida. Pero querían seguir juntos porque se “amaban”.

Me ha tocado más de una vez interrumpir este tipo de relatos para aclararles una cosa: no tienen ni la mínima idea de lo que es amor. Una persona que cree que se le puede faltar el respeto, insultar, ofender o humillar a otro y luego con esa misma lengua decir “te amo” definitivamente está confundida.

Lamentablemente no sabemos enojarnos por una situación sin atacar a la persona. Si mi pareja deja los zapatos fuera de lugar, ¿por qué he de decirle que es estúpido? Puedo pedirle que coopere con la limpieza o puedo decirle que me molesta cuando deja cosas tiradas, pero ¿decirle que es un idiota? ¡Eso no tiene sentido!

Hace unos días le dije a una pareja que probablemente son las personas más egoístas que había conocido. Se la han pasado 9 años insultándose de las maneras más bajas y con palabras soeces populares y de las que ya ni se escuchan. Pero no se dejan. Pero es que si una persona es tan insoportable que tengo que decirle que es un pedazo de excremento, ¿entonces qué hago yo en esa relación? ¿Acaso soy yo papel higiénico o retrete?

Es el síndrome de la lengua desconectada. Se ha hecho muy común.

No hay manera de ofender a mi pareja sin ofenderme a mí misma, pues yo lo escogí. Si con esa lengua pretendo decir “te quiero”, no se me puede ocurrir usarla para decir “eres un bueno para nada”.

Lo mismo ocurre con los hijos. Muchos padres creen que corregir es insultar. Pero si tú le dices a hijo que es un malparido hijuep*ta, y lo pariste tú… y si el fruto de tu vientre es un pedazo de m**rda, ¿tú qué eres? ¿La m**erda entera?

Déjense de eso.

  1. Aprende a enojarte sin tener que insultar. Nadie mejora porque se sintió rechazado, ofendido, criticado, juzgado, maltratado ni atacado.
  2. No aceptes ofensas ni insultos de nadie y establece límites claros. El que decide sobrepasarse necesita atenerse a las consecuencias. Y esas consecuencias no son más amenazas y más insultos, la consecuencia principal es alejarte.
  3. Conecta la lengua al cerebro. Yo no usaría el plato de la mascota para servirme mi comida, entonces si uso mi lengua para ofender a mi pareja o a mis hijos, no puedo usarla para decir “es que te amo”.
  4. Averigua bien en qué consiste el amor para que no andes por ahí ofreciendo migajas. Pues el que sólo ofrece migajas sólo atrae hormigas, cucarachas y ratones.

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