¿A consciencia?

Hubo un momento en mi vida en que tenía serios problemas financieros. Tenía un trabajo que amaba con un salario bueno y cada quincena me aseguraba de detallar todos mis gastos. Aun así nunca me alcanzaba para nada. Recuerdo haber orado muchas veces diferentes versiones de lo mismo: señor, no te pido mucho. Un carrito de segunda y $20 que me sobren.  Yo pensaba que mi oración demostraba un corazón humilde y así Dios me tendría lástima y dejaría caer unas gotitas de bendiciones sobre mí.

Me tomó varias décadas entender que yo pedía poco porque estaba convencida que merecía poco. Esa mentalidad es propia de la escasez y cuando uno piensa así, recibe poco. No era culpa de Dios ni mala suerte ni culpa del gobierno sino que yo simplemente no recibía más porque no esperaba más.

Ayer hubo una pequeña situación en mi oficina que requirió que tuviera que pedir que me lavaran dos de las alfombras.  Cuando las alfombras estaban secando pregunté cuánto me cobrarían.  La respuesta fue ‘denos alguito‘. Les dije que en mi cartera no había ‘alguito’ que me tenían que hablar caro. Entonces la respuesta fue ‘a conciencia, licenciada’.  

Reconocí esa actitud. Hubo un tiempo en que yo también era así; me costaba decir lo que valía mi trabajo y tiraba la responsabilidad sobre los demás. Recuerdo una vez que fui hasta la casa de una cliente quien vivía como a 40 minutos de mi casa, le atendí por dos horas y al final solamente le cobré $30.  Pensé que estaba siendo justa, pero en verdad le estaba demostrando que yo no creía en el valor del servicio que había ofrecido.

Con el tiempo aprendí que si yo no creo en lo que ofrezco y no respeto mi experticia, no puedo esperar que otros lo hagan.

Le insistí a la persona pero no me daba respuesta sobre las alfombras.  Recordé hace unos meses cuando ella misma me había comentado que estaba molesta porque les habían traído un vehículo deportivo enlodado por dentro y por fuera para lavar. Al final le dijeron al cliente que pagara ‘a conciencia‘ y este cliente les había pagado muy por debajo de lo que valía el trabajo.  Recuerdo que le dije ese día: nunca permitas que otra persona establezca el precio de tu trabajo. No todos tienen la misma conciencia que tú. Habla claro y pon tu precio desde el inicio y si no les gusta, que se vayan.

Parece que se le había olvidado esa conversación. Varios minutos más tarde la respuesta fue ‘es que usted es especial para nosotros así que denos alguito.’ Ya me estaba aburriendo. Finalmente recordé que les había visto lavar alfombras en el pasado. Pregunté cuánto les cobraban a otras personas. Me dijo el precio y rápidamente agregó ‘pero usted deme X porque usted es especial para nosotros.’

Me reí porque el precio que ella me dijo que cobraba normalmente era más de lo que se me hubiese ocurrido darle. Seguramente ella se hubiese resentido si yo le hubiese pagado ‘a conciencia‘. Quizás me empezaría a hablar raro o se alejaría o le contaría a otros que yo no le había pagado lo justo y yo sin entender qué había sucedido.

Le dije que no aceptaba el descuento porque respetaba su trabajo y le pagué el precio justo.

Aprende a hablar claro sobre lo que vale tu trabajo. No hagas descuentos si después te vas a resentir. Reconoce que tú vales mucho y tu tiempo y tus talentos también. Respeta eso y cobra lo que necesitas cobrar.

Cuando yo finalmente empecé a valorar el servicio que ofrezco y a establecer precios coherentes, cuando dejé de pedir con humildad falsa y entendí que merezco todo lo bueno que la vida me pueda ofrecer simplemente porque existo, entonces mis finanzas mejoraron de manera drástica.

Si estás teniendo problemas económicos te invito a evaluar tus pensamientos acerca de ti mismo, lo que crees que mereces y lo que pides para tu vida. Si eres honesto podrías descubrir la verdadera causa de tu escasez. Si tu reacción inmediata es decir que el dinero no es importante, quiero recordarte que si no tienes dinero te va a costar ayudar a las personas en crisis, por ejemplo.

 

 

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