La ingratitud tiene muchas caras

Hace unas semanas un joven me preguntó qué me hace enojar.  No tuve que pensar demasiado para encontrar mi respuesta. Le mencioné 3 cosas específicas. La segunda fue: humanos ingratos.

Primero, quiero hablarte de la humildad falsa como una señal de ingratitud.

Muchas personas creen que cuando rechazan palabras de admiración o hablan mal de sí mismas están demostrando humildad. Son de aquellos que responden -¿esta camisa vieja? si les dices que su camisa es linda. Un día noté que mi vecina se había pintado el cabello. Le dije que estaba bonita y su respuesta fue: -bonita eres tú. En ambas situaciones bastaría un gracias y ya. Al no poder decir gracias (por cultura, tradición, costumbre, falta de amor propio o mal hábito) demuestras ingratitud: no estás dispuesto a recibir el regalo de admiración que te dieron.

La próxima vez que alguien te admire o felicite, respira y di gracias. No tienes que agregar nada más. Esa palabra es poderosa.

Segundo, veamos el engreimiento como un acto de ingratitud.

Una persona arrogante tiende a menospreciar el esfuerzo o la contribución de los demás. Al hacer eso está comunicando que lo que otros hacen no posee valor y por lo tanto no lo agradece.

Hoy me contaron una experiencia que ilustra esto a la perfección. La persona encargada de administrar la cafetería  de una escuela se encontró con unos estudiantes en un centro comercial. Espontáneamente los niños corrieron a saludarla. La adulta que acompañaba a los niños preguntó si ella era la maestra. Los niños contestaron que era la que les vendía la comida en la cafetería. La adulta que acompañaba a los niños hizo un gesto de desprecio y se llevó a los niños. Esa actitud demuestra ingratitud hacia los adultos que aseguran el bienestar de los estudiantes en un centro de estudios. En una escuela, la persona que se asegura que los estudiantes tengan acceso al alimento es igual de importante que la persona que les enseña a leer y escribir porque todos son roles necesarios para garantizar el aprendizaje.

¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! porque esa palabrita es el secreto para vivir en abundancia.

 

 

 

 

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