Por eso escribo

Recientemente tomé el reto de escribir mi tercer libro en español.  Al principio pensé que ya no tenía de qué escribir.  Pero me senté y las ideas llegaron.  La parte dificil ahora es encontrar un buen título, porque el que se me ocurre no es nada atractivo.  Quiero ponerle “ES TU CULPA”, pero ya me han dicho varios que muy pocos comprarían un libro que se llama así, aunque sea cierto y necesitan leerlo.

 

Lo que sucede es que he notado que la gran mayoría de las personas se dedican a quejarse y lamentarse sobre el rumbo que han tomado sus vidas y no se han dado cuenta que la culpa no la tiene ni el gobierno, ni la recesión, ni la vecina metiche, ni la maestra mala de primer grado, ni el clima, ni el jefe.

 

Te doy un ejemplo: hace unos días estaba en el Machetazo en una larga fila de esas que son para pagar 10 artículos o menos. Era tan larga la fila, que la cola estaba entre los estantes de cosméticos.  Detrás de mí había una joven mamá con una nena de unos 18 meses. La nena empezó a jugar con la mercancía y con los letreritos de precios. Los movía por todos lados. Una mercaderista vino desde el otro extremo y con mucha dulzura le preguntó a la bebita “por qué me estás moviendo los precios?”  La niña respondió “yo no fui”.  La madre empezó a reir a carcajadas porque (sólo a ella) le pareció súper graciosa e inteligente la respuesta de su hija.

 

Más adelante, ya cerca de la caja, la niña sacó una botella de soda que la madre llevaba en la canastita (en el piso) y empezó a jugar. La madre le dijo varias veces que dejara la soda, pero (por supuesto) la niña la ignoró. En ese momento la mamá le dio un fuerte golpe a la niña en su muslito. Mientras que la infante gritaba exageradamente, la madre regañaba “es que no haces caso. Sólo con golpes aprendes a no tocar lo ajeno.”

 

Ahora era yo quien quería reir a carcajadas. Sucede que para esta joven mujer “lo ajeno” es sólo lo que la afecta a ella directamente. No le importó que su hija estuviese desordenando la mercancía hace pocos minutos.  En el momento en que le tocó su soda, decidió enseñarle a respetar.  La bebita estaba tan confundida como yo.

 

Fue en ese preciso instante en que decidí que tenía que escribir el tercer libro. Dentro de pocos años, esa madre buscará ayuda para su hija. Alegará que no entiende por qué la chiquilla es tan malcriada e irrespetuosa. No entiende por qué es tan mentirosa…. la lista de quejas será larga.  Y ojalá se encuentre con alguien que escuche su historia, le haga las preguntas pertinentes y le diga: ¡ES TU CULPA!

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