Bailando

Hace un tiempo tomé la decisión de disfrutar de cada etapa de mi vida. Cada año trato de involucrarme en alguna actividad divertida y satisfactoria para mí. Y así fue que a mis 42 decidí tomar clases de danza árabe.  Un día vi una pancarta anunciando clases cerca de mi casa, llamé y me atreví.

 

Les soy sincera, después de tomar la decisión sentí muchas dudas. Nunca en mi vida había bailado y mucho menos tomado clases formales.  Mis dos inquietudes más grades eran: no quería ser la más vieja ni la más gorda. Pero aún así asistí a la primera clase y el resto es historia. No me arrepiento.

 

No fue facil. Tuve que entrenar mi mente para controlar piernas, caderas y brazos a la misma vez. Fue frustrante ver a todas las demás siguiendo con mucha gracia a la instructora mientras que yo miraba con cara de confusión y sin querer hacía muecas. En más de una ocasión tuve que parar de bailar y simplemente tratar de analizar los movimientos. Inventé frases que me ayudan a recordar las coreografías: sigue tu codo, el brazo de la pierna que se mueve va hacia abajo, etc.

 

Pero les cuento mi secreto: rápidamente identifiqué a la mejor bailarina del grupo y me dediqué a imitarla. Irónicamente, la mejor es la más gordita. Admiro tanto su gracia que una vez se lo dije. Me ha impresionado.

 

En mis clases de baile aprendí algo muy importante: cada día puedes tomar la decisión de envidiar y odiar a los que te superan o de simplemente bendecirlos e imitarlos. Si te dedicas a odiarlos, seguirás en tu posición inferior. Si bendices lo que tienen, pronto tú también lo tendrás. Pregúntenmelo a mi.

Comentarios
Bailando