Mi hijo no

Pocas veces me intereso por ver las noticias. Pero últimamente, con lo que sucedió con los adolescentes que sufrieron quemaduras de gravedad en sus celdas en el centro de detención mientras que guardias y custodios simplemente miraban, he decidido tomar pequeñas dosis semanales de información negativa.

Por supuesto que la noticia del día es precisamente la de estos adolescentes y en cuán grave estado se encuentra la mayoría. Sus padres y madres estaban sentados en las salas del hospital con caras de angustia y preocupación. Algunas madres y abuelas lloraban desconsoladamente, mientras que los periodistas caminaban de grupito en grupito tratando de extraer alguna información adicional.

Un papá, visiblemente alterado por la situación, proclamaba a toda voz que su hijo no merecía ese trato porque, a diferencia de otros en el centro, él no era delincuente. El periodista le preguntó por qué había sido detenido el menor, a lo que el padre respondió: “es que le encontraron unas armas”. En verdad no me alcanza el tiempo para analizar los niveles de estupidez de ese comentario.

Déjenme decirles que yo en lo personal me llevo muy bien con los adolescentes. Me encantan. He enseñado en premedia y media durante 20 años y no cambiaría ni un solo día. Cualquier ex-estudiante mio puede testificar de lo estricta que soy, pero mis muchachos siempre me han respetado y han obedecido aun las reglitas más tontas que se me hayan podido antojar.

A través de los años, muchos colegas han preguntado “¿pero Dinorah, cómo lo haces?” Mi fórmula secreta es sencilla: hay que amarlos porque las reglas sin amor producen rebeldía.

Y, sin ánimo de juzgar, me pregunto si ¿será que somos tan ciegos que no podemos ver que inventar excusas por la conducta inapropiada de nuestros hijos es lo más dañino que podemos hacerles? El que no acepta sus errores pierde la oportunidad de mejorar.

Cuánto más impactante hubiese sido oir de ese papá: “Sí, mi hijo está detenido porque YO le fallé como padre, pero aun así no merece este trato.”

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