Para los que sueñan

Hace poco durante mi caminata matutina, en la distancia vi a un niño de unos 12 ó 13 años entrando por la calle principal de una barriada lujosa. Como era muy temprano, me llamó la atención porque llevaba una mochila y una bolsa negra.

Pensé que seguramente venía de regreso a casa después de haber pasado el fin de semana con familiares. Pero cuando se detuvo a leer un letrero en la entrada del residencial supe que era muy probable que no viviera allí. Pronto lo perdí de vista, pero unos diez minutos más tarde, lo vi salir del otro extremo del residencial, a unos pasos delante de mí. Cruzó la calle y se dirigió a una “barriada” improvisada de chocitas hechas de hojas de aluminio y pedazos de plywood. Lo miré hasta que entró por una de las puertas miniaturas y entendí lo que había ocurrido. ¡Qué contraste!

De regreso a su hogar, este niño tomó la decisión de caminar entre las casas grandes y lujosas del residencial, en lugar de seguir por la calle principal que era la ruta más corta y más directa. ¿Por qué? Porque por diez minutos tuvo la oportunidad de soñar en el día en que él viviría en una bonita casa con varios cuartos y con carros en el garaje.

Al verlo desaparecer detrás de la puerta de lata forrada con lo que fue la valla publicitaria de un político, oré por ese niño soñador.

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