Estamos en una época del año en la que se dan y se reciben muchos regalos. A pesar de que deben haber miles de personas que no recibirán ni un maní, la mayoría de nosotros traemos a casa artículos y dinero que no teníamos antes y que probablemente no hicimos nada para merecer.
¿Dijiste gracias?
Déjame explicarte algo importante: nadie está obligado a regalarte. Sí, dije NADIE está obligado: ni tus padres, ni tu jefe, ni tu pareja, ni tus hijos. Y no importa cuán feo o barato sea el artículo, tú sí estás obligada a agradecer.
Digamos que tu jefe te da un bono pequeño (que no está obligado a darte) aparte de tu salario y el décimo reglamentario. ¿Cuántas personas agradecen? Y no me refiero a agradecer a Dios, ¿cuántas personas se acercan al jefe y dicen gracias? Te digo la verdad, son pocas.
Supongamos que en tu lugar de trabajo organizan una fiesta de fin de año (que nadie está obligado a hacer). ¿Cuántas personas agradecen a los organizadores? Casi nadie.
Luego nos preguntamos por qué nos va tan mal y la plata nunca alcanza. La ingratitud cierra puertas.