¿A quién criaste?

En el fondo todos queremos dejar una legado. Queremos la seguridad de que seremos recordados por mucho tiempo después de nuestra partida física. Queremos también dejarles algo a nuestros hijos; ya sea dinero, tradiciones familiares, recetas secretas, nuestro nombre o una buena educación. Eso es honorable.

Pero lo que pocos logran entender es que por encima de todos los bienes materiales y los hermosos recuerdos está un asunto de mayor importancia: a quién estamos criando. ¿Quién es aquella persona que recibirá nuestro valioso legado? ¿Cuál será el impacto que aquel individuo tendrá sobre la sociedad en la que le tocará vivir?

Los años de crianza de los hijos son extremadamente cortos, pero la etapa adulta dura mucho tiempo. Es decir, lo que tu hijo será durante la mayor parte de su vida, lo aprenderá en los primeros 10 años de su existencia.

Es lógico, entonces, concluir que este es el período en el que necesitamos concentrar la mayor parte de nuestros esfuerzos.

Irónicamente la mayoría de las personas hacen justo lo opuesto. Suponen que ya que el bebé no habla ni camina, pueden dejarlo al cuidado de cualquier desconocido. Luego llega la edad escolar y nuevamente se comete el error garrafal de someterlo a filosofías y sistemas tóxicos porque “me gustó el edificio” o “me han contado que le meten al inglés” o porque “la mensualidad está baja”. No tomamos en cuenta el efecto a largo plazo de las ideas cuestionables y malas actitudes de los docentes que están a cargo.

En la mayoría de los casos, durante todo este período ambos padres trabajan largas horas hasta el cansancio porque están convencidos de que de esta manera asegurarán un buen futuro para los hijos. No pasan suficiente tiempo con ellos, no los llegan a conocer, no tienen ni la energía ni las agallas para corregirlos y cuando aparecen los problemas de conducta o de rendimiento escolar, culpan al niño o a la maestra.

Entonces durante la adolescencia, cuando sale a relucir todo lo que fue sembrado, la mayoría de estos padres se convencen a sí mismos que la rebeldía, la hostilidad y el irrespeto son actitudes normales, hormonales y aceptables.

¿Sabes? Tu mayor legado es el hijo y la hija que queda después de tu partida. ¿A quién estás criando? ¿a otro drogadicto, otro delincuente, otra carga para la sociedad o a un ser humano balanceado?

Rosh PR / Foter.com / CC BY-NC-SA
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