¿Qué sería de mí sin este dolor?

Creo que es el deber de todo ser humano compartir su conocimiento si éste puede ayudar a aliviar el malestar de otro.  Con malestar me refiero a todo lo que produce incomodidad, dolor o alguna sensación desagradable.  Pero este año he aprendido algo muy importante: algunas personas se identifican tanto con ese malestar que luchan para conservar el detonante. Eso es triste.

 

 

Resulta que aprendí una técnica sencilla que alivia el dolor fisico. No importa si el dolor tiene orígenes psicológicos o fisiológicos esta técnica lo alivia y puede hacer que desaparezca por completo. A veces toma dos o tres minutos, en otras ocaciones toma más pero lo cierto es que todo el que llega a mi consultorio con dolor– ya sea de muela, cabeza, dedo o espalda– sale sin el dolor.  Así de sencillo.  Claro, mi clínica no se dedica a eso, pero he encontrado que es difícil que las personas me cuenten por qué han buscado ayuda psicológica si en ese momento les duele el cuello.

 

 

En muchas ocasiones durante conversaciones cotidianas en la calle alguien menciona que le duele esto o aquello.  Inmediatamente le sugiero que si pasa por mi consultorio, le ayudaré a deshacerce del dolor.  Hasta les digo que no les cobraré por eso. Pero la mayoría sacude la cabeza y me dice: “No, gracias. Me tomaré una pastilla y estaré bien”. ¡Imagínate!

 

 

Los pocos que aceptan mi oferta salen sorprendidos y a veces me miran de reojo con incredulidad porque no pueden creer que algo tan sencillo funciona tan bien.  Muchos ríen y me dicen que de segurito  apenas salen de la oficina el dolor volverá– como si yo tuviera algún gas mágico saliendo de mis paredes.  Pero por lo general, el dolor no regresa.

 

Una vez que aprendas a usarlo ya no tendrás que sufrir de dolores. Y es gratis.

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