Como ando por Argentina, aproveché para comprar libros. No es que en Panamá no vendan buenos libros, pero seamos sinceros: sólo hay como dos o tres buenas librerías. Por lo general compro mi material de lectura en amazon.com, pero ya que estoy en un país en donde en cada esquina hay una librería, hay que aprovechar.
Encontré un libro cuyo título me llamó la atención: “El cuerpo nunca miente”. Este libro gira en torno a la pregunta de cuáles son las consecuencias que sufre nuestro cuerpo al negar nuestras emociones intensas y verdaderas. Interesante, ¿verdad?
La escritora, Alica Miller, propone que gran parte de las enfermedades que padecemos como adultos tienen su fundamento en traumas sufridos durante de la niñez por la (seamos sinceros) ineptitud de nuestros padres y guardianes.
Si bien es cierto que de nada nos sierve enfocarnos constantemente en lo malo que nos ha sucedido, tampoco sirve ponerse una máscara y andar en negación actuando como si todo estuvo lindo y agradable, porque es precisamente esa actitud la que impide el progreso. El poder contar con una persona que nos escuche sin juzgar, con quien desahogarnos con la verdad, es el primer paso hacia la liberación y la sanidad.
Recientemente conversé con una dama que padece de intensos dolores fisicos. Los médicos le dijeron que no había medicamento que le aliviara esos dolores. Al sentarme con ella le pedí que me hablara un poquito acerca de su niñez. Su respuesta inmediata fue “¿para qué? de nada sirve desenterrar eso”. Le expliqué que gran parte de su malestar estaba fundamentado en su pasado, pero se negó a abrirse. Prefirió detallarme sus muchos dolores, pese a que le advertí repetidamente que no le podía recetar ningún medicamento.
Mucha gente se reusa a hablar de esa etapa difícil porque no quieren empezar a llorar. Pero para eso tengo dos grandes cajas de Kleenex.