Lo que realmente importa

Estuve escuchando un audiolibro que relataba la  historia de una familia. Todo iba bien hasta que los padres decidieron separarse, el padre se fue con otra y en casa solamente quedaron la madre y la hija de 10 años.  La niña siempre había sido alegre, energética y con buen apetito.  De repente un día la madre se dio cuenta que la niña ya no tenía energía. La pequeña evitaba comer y cuando la obligaban, escondía la comida en su recámara.

A las pocas semanas la madre notó que la niña estaba muy delgada, tenía el cabello opaco y la piel reseca. Una visita al médico comprobó que la pequeña había perdido mucho peso. Ya no quería ir a sus clases de danza ni participar de sus actividades favoritas. Además se quejaba que sus amigas ya no le hablaban.

La madre sospechó que su hija era víctima de bullying (acoso escolar). Y aquí empieza lo interesante: en lugar de fortalecer la autoestima de su hija, ayudarle a sentirse segura y a desarrollar confianza en si misma, la madre volcó toda su energía en castigar a los que le hicieron daño a su hija.  Fue tanta su ira contra las agresoras que cometió varios actos ilícitos como allanamiento de propiedad privada, hurto de documentos personales y calumnia. La madre se convirtió en bully (agresora) mientras su hija seguía sufriendo en silencio porque había decidido no volver a comer.

En ningún momento la madre trató de ayudar a su hija; su único enfoque era la venganza.

No te podría decir la cantidad de veces que he sido testigo de esta misma situación: madres y padres se enteran que su hij@ es víctima de bullying y arremeten contra la escuela, la maestra o la sociedad.  No estoy diciendo que deben callar; el enojo es la reacción normal ante cualquier situación de injusticia. Sin embargo, ese enojo debe servir de impulso para ayudar a los hij@s a desarrollar las destrezas necesarias para lidiar con el mundo, no sólo para castigar a los malhechores.

Una vez conversé con una madre que había cambiado a su hijo de varias escuelas. Al preguntarle a qué se debían tantos cambios su respuesta fue que en cada escuela su hijo había sufrido de bullying. A pesar de que estaba por iniciar cuarto grado en su escuela #4, esta madre no quiso entender que esa falta de estabilidad no era la solución.

Sí. Hay que denunciar el acoso escolar y cada escuela tiene la responsabilidad de crear programas que eviten el acoso y que den consecuencias claras a los agresores. Sin embargo también hay que asegurarse que nuestros hijos e hijas desarrollen suficiente confianza en sí mismos para:

  • Evitar ser víctimas
  • Denunciar a los agresores
  • Apoyar a la víctimas
  • Contar en casa lo que les está sucediendo a ellos o a otros compañeritos

El bullying es común y es destructivo y no se limita a las escuelas. De hecho muchos adultos son agresores en casa o en la calle. Los efectos negativos del bullying pueden permanecer por muchos años. No todos los estudiantes son víctimas. La solución no solamente está en castigar a los agresores; también hay que ayudar a los afectados a sanar.

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