Algo anda mal

Algo anda mal en una sociedad que cree que el aspecto físico determina la valía del individuo o que solamente se puede prosperar si uno se muda a Estados Unidos.

Hablemos del primer punto:

  1. Hay guerra en Ucrania y dice el reportero: ¡Se trata de niños blancos de ojos azules! ¡Por favor envíen ayuda!
  2. Se suicida una ex reina de belleza y dice a gente: ¡Pero era hermosa! ¿Por qué tenía depresión?
  3. El marido de una famosa es infiel y comentan: ¡Tan bonita y talentosa que es!
  4. Muere un actor popular y dicen: ¡Era tan apuesto!

Mi primera carrera la estudié en Costa Rica. Recuerdo a los días de haber llegado que una chica entró al internado y anunció: acabo de conocer a un hombre alto, delgado, rubio de ojos verdes y me dijo que viene para acá.  Las chicas que estaban en la sala se emocionaron y, sin haber visto al susodicho, empezaron a comentar sobre la dicha de tener hombres guapos en el plantel. Varias corrieron al espejo a revisar si estaban presentables, otras se escondieron en sus recámaras porque no se creían merecedoras de estar en presencia de tanta belleza. Las más valientes sonreían con expectativa.

Entró el hombre alto, delgado, rubio de ojos verdes y la decepción en las caras de las chicas era visible; el tipo era bastante feo. ¿Qué sucedió? Te lo dejo de tarea. Te confieso que después de eso cada vez que me encontraba con ese joven recordaba el incidente y me reía.

En cuanto al segundo punto, te cuento una experiencia personal.

Hace más de 10 años una de mis primas vivía en cierto país donde hubo un terremoto. La hermana de ella me contactó y me pidió que le enviara ayuda. Lo hice sin pensarlo dos veces porque es una prima a la que aprecio mucho. Ella recibió el dinero y automáticamente agradeció a mi hermana que vive en Estados Unidos. Mi hermana me escribió confundida porque no entendía lo que estaba sucediendo.  Le dijeron que la prima le había enviado dinero y ella automáticamente asumió que no podría tratarse de la que estaba en Latinoamérica.

No tienes idea de la cantidad de ex compañeros de la universidad que me preguntan por qué no he emigrado. No  pueden entender que yo acá esté mucho mejor económicamente que la mayoría de ellos. No es a propósito; es que llevamos siglos de lavado cerebral y programación.

No sé exactamente cuándo empezó y no sé si en algún momento se acabará porque esa forma de pensar ya es automática, diría yo que a nivel celular.

No podemos cambiar a los demás, pero sí podemos cambiarnos a nosotros mismos. Algo anda mal en una sociedad en la que dejamos de analizar, cuestionar o pensar. Un porcentaje alto de la población vive en piloto automático. Nos programaron para seguir obedientemente el libreto que heredamos, sin preguntarnos si esas ideas, creencias o conceptos tienen sentido o son respuestas al trauma que vivieron nuestros antepasados.

 

 

 

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