Arma peligrosa en tu mano

Hace unas semanas escuché a alguien decir que ya da miedo andar por la calle. No por la delincuencia, si no porque cada persona malintencionada e inmadura tiene en sus manos una cámara y rápidamente puede transformar cualquier incidente insignificante en un drama.

Todos hemos visto y muchos nos hemos reído de fotos de personas que no tenían idea de que estaban siendo fotografiadas. Y es que todo lo que hagas en público podrá convertirse en un meme o un video viral. ¿Entretenido? Claro que sí, especialmente si no eres la persona despistada que es motivo de burlas. ¿Peligroso? Definitivamente. Parece que cada vez que sales a la calle te expones a caer víctima de cualquiera que tenga su celular a mano. Lo más triste es que en ese afán de documentar todo, a la mayoría se les olvida un detalle importante: no les hagas a los demás nada que no te gustaría que te hicieran.

Hace unos días me tocó llevar a mis niñas al colegio. Eran como las 6:35 am. Me ubiqué en el estacionamiento, en lugar de detenerme en la entrada. Así les daba la oportunidad de bajarse con calma. Ya sabes cómo se pone la gente a pitar como desquiciados si uno se tarda más de medio segundo bajando del carro. Y sabes que a veces las niñas adolescentes andan en cámara lenta.

Pues un carro gris se hizo a orillas de la calle para que otro pasara unas bolsas de su carro al de él. El carro gris dejó suficiente espacio para no obstaculizar el paso. Vino un carrito blanco y no le pareció que el espacio era suficiente así que literalmente se recostó sobre el pito. Ya sabes a qué me refiero. Fue de aquellos sonidos que son más bien una mentada de madre. El señor del carro gris siguió transfiriendo las bolsas a su carro y finalmente el carro blanco decidió pasar. Pero Sr. Carro Blanco no había terminado su pataleta matutina. Se detuvo detrás de mi carro, bloqueándome, sacó su celular y empezó a filmar al señor del carro gris. Ajá. Tal como lo escuchas. Con la carita desafiante y todo como diciendo  “te voy a acusar con Instagram.”

En ese preciso momento mis hijas terminaron de bajarse de mi carro, pero el cineasta improvisado seguía furiosamente filmando. Así que me tocó a mí recostarme sobre la bocina hasta que el tipo reaccionara y se subiera a su carro y se retirara. Si su incomodidad había sido porque le tomó tres segundos hacerse más hacia la orilla para pasar, ya había perdido sentido pues él decidió pasar casi medio minuto filmando al ‘transgresor.’ Todo eso sin caer en cuenta que él hizo peor al bloquearme por completo con su carro.

Debí sacar mi celular y filmarlo a él filmando, pero ya superé la edad de las chiquilladas. Después de escuchar mi bocina, me lanzó una mirada de enojo, subió a su carrito y se retiró.

¿Hasta dónde hemos llegado? Rápidamente vemos los errores y las fallas de los demás y se nos olvidan por completo las nuestras. Es como el conductor que no te da la oportunidad de entrar a su carril pero a los pocos segundos trata de meterse en el carril de al lado como si nada. Si no das chance es porque tampoco necesitas que otro te lo dé. Pero vivimos en la época de juzgar, señalar, condenar y rechazar a todos… a todos los que hacen exactamente lo que nosotros hacemos. Porque ya se sabe que aquellos que más juzgan y condenan es porque se lo hacen a sí mismos.

¿Y tú? ¿Vas a ser parte del problema también?

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