Dueños de nada

El 2020 quedará grabado en nuestras memorias como el año en que nacimos de nuevo. Fue el año en que se cayeron las vendas de los ojos de muchos y pudieron ver cuán frágiles eran sus finanzas, que un contrato indefinido no te protege de una pandemia, que el que más sabe de un tema a veces es el que menos desea un cargo público y que las dificultades revelan otro aspecto del ser humano.

Como educadora de experiencia, psicoterapeuta y dueña de un centro educativo me molestó mucho escuchar a expertos alegar que los niños no pueden aprender con clases en línea. Luego cuando las clases en línea se convirtieron en la única opción viable, otros expertos se sumaron a la conversación para decir que los centros educativos particulares tenían que ofrecer descuentos porque ya no estaban pagando electricidad.

¿Electricidad? Creo que ese es uno de los gastos más pequeños. ¿Qué pasó con la planilla?

Todos entendimos que varios hogares habían quedado sin ingresos y se buscaron soluciones para no afectar a esos estudiantes, pero fue un golpe bajo exigir descuentos con la excusa de que ya no se pagaba electricidad. Lo que no analizaron los expertos y sus seguidores es que adicional al salario, muchos centros educativos privados tuvieron que proveerles computadoras a sus docentes y hasta pagarles WiFi para que pudieran continuar brindando clases.

Durante el 2020 y 2021 una buena cantidad de escuelas particulares cerraron por bancarrota y otras tuvieron que reducirles el salarios a sus docentes. Cuando se reorganizó el presupuesto algunos docentes se rehusaron a recibir un menor salario y renunciaron. Los que se quedaron tuvieron que llevar esa carga adicional.

No se sabe con exactitud en qué momento se podrá controlar este virus. No se sabe si en algún momento la cuarentena vuelva a ser la solución.  Esto significa que muchos centros educativos particulares están ofreciendo salarios sostenibles que no se verán afectados si el virus vuelve a salirse de control.

Es sorprendente que lleguen docentes a entrevistarse exigiendo salarios de $1,500+ y diciendo que no trabajarán por menos de eso. Sí, se lo merecen, estoy de acuerdo, pero cuando estos docentes vienen de centros que cerraron por bancarrota o donde hubo reducción de personal, entonces la exigencia no tiene sentido. ¿Qué creen que pasó en esos centros?

Le comenté a una amiga lo que estaba sucediendo y su respuesta fue “es la mentalidad del que nunca ha sido dueño de nada”.

 

 

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