La lección

Hoy comprobé algo que siempre había sospechado: La gente que más detesta su trabajo tiene menos probabilidades de encontrar algo mejor, porque si inviertes la mayor parte de tu energía quejándote, no tendrás suficiente para trabajar bien. Según Napoleón Hill la mediocridad casi siempre antecede la destitución.  Eso es tan cierto.

 

Uno de los pasos en el programa que diseñé para alcanzar la libertad financiera es dar lo mejor de ti.  Es tan importante que la gente entienda que cuando son malos empleados se están haciendo daño a ellos mismos. Están cerrando puertas y obstaculizando su propia prosperidad.

 

Por ejemplo, raras veces a mi oficina llegan las facturas de luz, basura o agua. Una joven que trabajó repartiéndo facturas me contó que es común que los repartidores las tiren a la basura y se tomen el día libre. Los supervisores se dan cuenta de eso si el usuario llama para quejarse por no haber recibido su factura. ¡No lo podía creer!

 

¿Y qué de los miles de trabajadores que creen que “había tranque” es una buena excusa por haber llegado tarde al trabajo, las que creen que “me vino la regla” les da derecho de ser groseras con el cliente, los que faltan y no avisan y luego maldicen cuando les descuentan el día, los que pierden tiempo en la mañana desayunando, los que simplemente no resuelven y los que se toman dos horas de almuerzo porque les da la gana?

 

Cuando escucho a la gente con semejante mala actitud echarle la culpa de sus problemas financieros al gobierno, la iglesia, la maestra que tuvieron en primer grado, el vecino, el clima o sus padres, me entristece que aun no comprendan que sus vidas son el resultado de sus pensamientos. La biblia lo dice: todo lo que el hombre sembrare eso también cosechará. Gálatas 6:7

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