Cuando te enfadas en el trabajo

Antes la gente pensaba que era malo enojarse y por varias generaciones se condenó la ira como una emoción mala, peligrosa y no apta para seres civilizados.  De hecho, todavía hay personas que creen que demuestran superioridad espiritual cuando no se enojan nunca.  Con esta mentalidad surgió la costumbre de enmascarar la ira, disimularla o reprimirla.  Hoy día sabemos que la ira reprimida enferma el cuerpo y afecta la mente.  ¿Significa eso que tenemos permiso para andar por ahí gritando y rompiendo cosas? No. Lo que sí necesitamos aprender es a usar y expresar esa ira coherentemente.

Ante situaciones de abuso o injusticia, la ira es la reacción normal y aceptada.  Cuando ves que están maltratando a un indefenso o alguien está siendo víctima de injusticia, lo apropiado es enojarse.  Esa ira te llena de energía y es esa energía la que puede ser utilizada para defender, luchar o exigir condiciones más justas.  Pero a veces la gente se pasa. Una cosa es molestarte porque tu jefe insiste en que trabajes horas adicionales sin sueldo y otra cosa es molestarte porque te llamaron la atención por irresponsable.

Entonces, pese a la opinión popular, uno sí puede decidir si se va a enojar o no. Uno hasta puede decidir la intensidad de ese enojo. ¿Y cómo se logra eso? Pues primero tienes que saber cuáles son los temas y las situaciones que ameritan una reacción de tu parte y cuáles no. La madurez y la sabiduría -que sólo llegan con el paso del tiempo- ayudan en este proceso.  A la edad de 2 es aceptable enojarse porque a mamá se le olvidó comprarte un helado. A los 22, no.

¿Cómo gestionar la ira en el trabajo?

  1. Primero, acepta que te molestaste.  No es necesario postear en redes sociales, pero sí reconocerlo en tu interior. Repito: es una emoción normal propia de humanos. No trates de mentirte a ti misma.
  2. Respira.  Parece mentira, pero cuando nos enojamos dejamos de llenar los pulmones por completo. Si ya hiciste el paso uno, ahora te toca respirar profundo y exhalar por la boca lentamente.
  3. Evalúa si la ira es necesaria. Hay miles de situaciones que te pueden hacer enojar durante el día, pero no todas son válidas. Desarrolla el hábito de entender la diferencia. Una cosa es enojarte porque la compañera está masticando con la boca abierta y otra cosa muy diferente es enojarte porque la compañera acaba de maltratar a un cliente inocente.
  4. Si te toca explicar o expresar algo, habla con calma. Cuando nos ofuscamos y empezamos a gritar corremos el riesgo de no ser tomados en serio. Es mejor respirar, calmarse, escoger bien las palabras y hablar claro para evitar malos entendidos y confusiones.
  5. Después de expresar tu punto de vista, escucha. A veces queremos decir lo que tenemos en mente y no nos da la gana de escuchar nada.  Permite que la persona se explique o se excuse.
  6. Identifica de antemano las situaciones que te molestan y de ser posible trata de resolverlas, evitarlas o denunciarlas antes de que te enojes.

Recuerda que la ira puede afectar los órganos de tu cuerpo.  No permitas que eso te suceda.  Yo aun recuerdo a los 8 años de edad que estaba con mis padres sacando mi pasaporte cuando repentinamente una señora colapsó. Parece que había tenido un intercambio fuerte de palabras con una funcionaria y le dio un infarto fulminante. No vale la pena vivir o morir así.

Si sientes que estás fuera de control, busca ayuda. Hay muchos profesionales buenos dispuestos a ayudarte.

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