Lluvia y paraguas

Los paraguas son traicioneros.  Cuando sopla un viento fuerte, simplemente dejan de ser protectores y se convierten en una mala idea.  Supongo que es por eso que ya ni los uso. En mi caminata matutina últimamente encuentro muchos paraguas torcidos de diversos colores y diseños simplemente tirados a orillas de la autopista. No culpo a los dueños.

Hace dos días salí encapotada a caminar en la lluvia. Delante de mí, caminaba un joven trabajador de la construcción. Llevaba un capote azul y paraguas negro.  Noté a varias personas paradas en la lluvia esperando transporte informal. Todos tenían paraguas. Bueno, excepto una joven que estaba un poco alejada del grupo. Vestía muy elegante, seguramente era oficinista, pero no tenía paraguas. Si eres mujer debes entender lo trágico que puede ser una situación así.

Al ver que se acercaba el constructor, la joven disimuladamente acercó más su cartera y miró en dirección opuesta.  El constructor, sin perder el ritmo, extendió su mano y le entregó su paraguas a la elegante dama. Inmediatamente cubrió su cabeza con la capucha y siguió su camino sin mirar atrás.  La mujer le dijo gracias, pero dudo que él la haya escuchado pues se alejaba rápidamente.

Pasé al lado de la joven y le vi la gran sonrisa. Me imagino lo especial que debió sentirse al ser honrada de tal forma por un extraño.  ¿Quién ha dicho que ya no hay gente buena en el mundo?

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